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©S. Petersen/GEOMAR
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Polymetallic nodules from the deep ocean floor are rich in valuable minerals such as cobalt and nickel.
©Vincent Fournier, ©Scientific American
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Fuente: Figura 4. Microhistorias de lo urbano: Buenos Aires, 1950–2000 de Anahí Ballent.

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Ambas imágenes, la de la izquierda y la superior ©Monica Hutton

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Sondeo Nodular explora formas de conocimiento, percepción y narración entrelazadas en las profundidades marinas.

Basado en una investigación colaborativa y en la construcción poética de mundos, el proyecto transita entre prácticas visuales, sonoras y especulativas para abordar la opacidad, fragmentación e incognoscibilidad de los entornos abisales. Centrado en los nódulos polimetálicos y la Zona Clarion–Clipperton como figuras clave, el proyecto cuestiona los relatos extractivistas y las epistemologías lineales mediante la construcción de un vocabulario plural de respuesta. En lugar de explicar el océano profundo, Sondeo Nodular busca sondearlo: habitar la parcialidad, los cambios de escala y las relaciones sumergidas más allá de la representación.

Situado en la pluralidad y la opacidad a través de la acogida de lo incognoscible, Sondeo Nodular es un proceso de construcción de mundos que busca tanto involucrarse con las realidades opacas y las profundas incertidumbres del futuro de nuestro planeta oceánico como rechazar las narrativas homogéneas (heroicas, extractivas e inhumanas) que pretenden saber más y mejor, pero que alimentan el fin de los mundos. Propone comprender nuestro mundo acuático en sus propios términos, contemplando junto a su entorno más misterioso, abundante y esencial: el océano. Al asumir la coexistencia fragmentada, plural, densa y transescalar del océano, Sondeo Nodular se convierte en un dispositivo especulativo de narración para fabular dentro de los desconocimientos de estos tiempos abis(m)ales.

¿Cómo se ha abordado históricamente el conocimiento del océano desde la ciencia, la industria y los gobiernos?

La exploración humana ha intentado y sigue intentando conocer el océano con certeza mediante la producción científica de conocimiento, lo que requiere actos de exploración, mapeo, recolección, clasificación, cuantificación, modelización y simulación. Los objetos de estudio son extraídos, desmembrados y viviseccionados, desplazados de sus entornos originales con la esperanza de conocerlos mejor. A medida que las mediciones y modelos simulan e imitan mundos, los cortes hechos para estudiar y replicar un aspecto del fenómeno crean bifurcaciones y fisuras: lo conocido y sus rastros sombríos, lo desconocido. Las herramientas científicas tienen un alcance limitado para mediar con las realidades de suelos oceánicos cambiantes, eruptivos y cubiertos de sedimentos, donde la luz solar no alcanza. Los intentos de comprensión plena fracasan y esos rastros persisten. Los objetivos de cartografiar todo el lecho marino para 2030 y de crear “gemelos digitales” del océano abstraen aún más los mundos húmedos mediante convenciones de tecnologías basadas en tierra. El conocimiento producido por estos esfuerzos facilita la parcelación, explotación y mercantilización creciente del océano a través de la agencia humana, al dividir el océano en cuadrículas y mundos.

¿Por qué es crucial contar historias otras y plurales para el futuro del océano?

Sostener un espacio para lo incognoscible y acoger la resistencia inherente de ciertos entes a ser plenamente conocidos va en contra del paradigma dominante de la Ciencia, que busca resolver incertidumbres mediante una producción continua de conocimiento 'objetivo'. Saturadas de profundas incertidumbres, las cuestiones climáticas y ambientales actuales relacionadas con el océano siguen siendo transescalares, enredadas y solo parcialmente visibles. La toma de decisiones ecológica, social, económica y política a nivel global está íntimamente ligada a los futuros oceánicos. Sin embargo, las escalas temporales geológicas del impacto y la inmensa complejidad de las crisis globales entrelazadas escapan a la comprensión humana. Los planes fracasan al no reconocer las realidades presentes con humildad. Hay grandes desafíos en comunicar la gravedad de las preocupaciones, conectar emocionalmente y movilizar acciones. Esto sugiere que necesitamos un enfoque diferente para narrar.

¿Por qué los nódulos polimetálicos?

El descubrimiento y la categorización humana de los nódulos polimetálicos se atribuye a la expedición del HMS Challenger en el siglo XIX, registrada en el Report on the Deep-Sea Deposits (1891). Estas masas se convirtieron en el horizonte de nuevas fantasías extractivas y reclamaciones oceánicas de "territorios", iniciadas en los años 70. Como objetivos de prospección, se les ha objetualizado como minerales “críticos”, recursos singulares y esenciales para servir a la humanidad en la transición hacia la energía verde y un futuro urbano sostenible. Sin embargo, su extracción implicaría un enorme gasto energético y un grave daño ambiental: desde la remoción de estos cuerpos abisales hasta la metalurgia extractiva que disgrega sus ensamblajes geoquímicos en elementos comerciables (sulfato de níquel, sulfato de cobalto, cobre, manganeso). Aun así, el futuro ya se proyecta como “metálico” por parte de empresas mineras y consultoras de diseño, mientras que barcos perforadores de petróleo se transforman en recolectores de nódulos. Mientras los nódulos de reemplazo, los cables submarinos, las tuberías y la pesca destructiva surcan el fondo oceánico, las empresas siguen invirtiendo en el desarrollo de tecnologías para explotar los ecosistemas de aguas profundas. La ciencia aún no comprende del todo cómo se relacionan los nódulos con la vida y los sistemas planetarios. Las evidencias que complican o ralentizan la eficiencia de los grandes planes son refutadas mediante réplicas cuidadosamente construidas, todas reclamando la verdad científica. Las empresas privadas maniobran para actuar al margen de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA) y la Convención del Mar (UNCLOS), instituciones fundamentales para la solidaridad global, pero con escasa capacidad de aplicación cuando falla la diplomacia. A pesar de todos estos intentos, los propios nódulos y el entorno que habitan se resisten a ser esencializados y comprendidos plenamente. Siguen siendo complejos, múltiples y enredados: el otro irreductible.

Marco ampliado de Sondeo Nodular

Sondeo Nodular da lugar a perspectivas parciales divergentes a través del ensamblaje de mundos nodulares arraigados en relaciones rizomáticas, el derecho a la opacidad, la creación de parentescos y el compromiso poético (en su sentido más amplio: mito, narración, lenguaje en sí mismo). La lenta y fragmentada construcción de mundos en el lecho oceánico propone una narración plural y no lineal que reconoce la imposibilidad humana de conocer el océano como un todo. En lugar de buscar saber, se busca fabular: abrazar la otredad, la complejidad, las incertidumbres, las multiplicidades, las alianzas y las interconexiones para fomentar la improvisación, la resiliencia y futuros colectivos co-creados que trabajen con lo incognoscible. Por ejemplo, el océano profundo y sus nódulos poseen una agencia que se niega a la extracción permaneciendo desconocidos. Aceptar el misterio, la opacidad y la agencia de aquello que resiste ser comprendido plenamente implica superar las nociones singulares de progreso basadas en la acumulación de conocimiento científico como prueba de futuros deseables (en su mayoría antropocéntricos), y las narrativas homogéneas, frecuentemente extractivas e inhumanas, que las acompañan.


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Fuente: Figura 1, Geomorphology of the Clarion Clipperton Zone, Tropical North Pacific Ocean de John Parianos y Pedro Madureira. Marine Geodesy, Vol. 44, núms. 2–3, pp. 760–768. Recibido el 30 de abril de 2021.


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Fuente: Figura 2, Quantifying the Effect of Anthropogenic Climate Change on Calcifying Plankton de Lyndsey Fox, Stephen Stukins, Thomas Hill y C. Giles Miller. Scientific Reports, Volumen 10, artículo número: 1620 (2020).


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Fuente: Figura 1, Estimating the Economics of a Mining Project on Seafloor Manganese Nodules de Volkmann, Lehnen y Kukla, Mineral Economics, Vol. 32 (2019), pp. 287–306.


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©Oceanofuturismo TBA21, Flujos en Barcelona (ICM–CSIC)



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Fuente: Report on Deep-Sea Deposits de J. Murray (1891), Thomas Fisher Rare Book Library. Fotografía ©Monica Hutton.


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Fauna adherida a la costra de manganeso (octocoral primnoide) en dos montes submarinos del Pacífico occidental.
Imágenes cortesía de ©la Oficina de Exploración e Investigación Oceánica de la NOAA, 2016.


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“Una de las paradojas de la gobernanza oceánica es que el organismo encargado de proteger los fondos marinos del daño es también quien autoriza su explotación. La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos opera menos como un regulador neutral que como una estructura que se autolegitima — redactando marcos legales que permiten la extracción mientras pospone la cuestión del daño irreversible..”

— it's actually not a quote, but we endorse it anyway.


Collage: ©Davide Marcianesi

ATRAPADOS ENTRE EL ABISMO
QUE YACE Y EL QUE SE CIERNE

Nuestra investigación no comenzó con claridad, sino con un rastro sedimentado de saberes oceánicos — desde las mediciones con sondas de plomo del siglo XIX hasta los informes de impacto ambiental del siglo XXI moldeados por agendas extractivas.

La expedición del HMS Challenger (1872–1876), celebrada a menudo como el nacimiento de la oceanografía moderna, partió con instrumentos imperiales para medir lo que se consideraba infinito e inerte. Lo que trajo de vuelta — perfiles batimétricos, organismos dragados, registros de temperatura — marcó el inicio de una fascinación científica por las profundidades. Pero también encuadró el océano como algo cognoscible, cartografiable y apropiable.

Un siglo y medio después, esta lógica persiste. Ahora, bajo el prisma de la minería de nódulos polimetálicos, la exploración de las profundidades marinas ya no es solo una cuestión de curiosidad, sino de especulación corporativa. Estructuras de gobernanza como la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA) ocupan un rol paradójico: promueven la extracción mientras afirman ejercer supervisión ambiental. Los estudios de referencia suelen anteceder a la regulación. Los contratos preceden a la clasificación. Lo desconocido se trata como un margen de error — o se ignora por completo.


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Fuente: Figura 1, Mapa de la CCZ que muestra los sitios de estudio con datos de macrofauna obtenidos mediante box-core, en Patrones de biodiversidad de la macrofauna en la Zona Clarion-Clipperton: una región destinada a la minería de fondos marinos, por Travis W. Washburn, Lenaick Menot, Paulo Bonifácio, Ellen Pape, Magdalena Błażewicz, Guadalupe Bribiesca-Contreras, Thomas G. Dahlgren, Tomohiko Fukushima, Adrian G. Glover, Se Jong Ju, Stefanie Kaiser, Ok Hwan Yu y Craig R. Smith.


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Fotograma de nuestro vídeo Futuros Forjados

¿DE SONDEOS,
A CONTRATOS
?

Sondeo Nodular cuestiona cómo estos legados superpuestos —de exploración, ciencia colonial y ambición tecno-legal— configuran hoy las formas en que modelamos, sonificamos y visualizamos las profundidades. Las rupturas históricas reaparecen en los conjuntos de datos. El lenguaje institucional repite la certeza del siglo XIX —solo que ahora con mejores gráficos.

No intentamos corregir el registro. Más bien, exploramos sus fracturas.

La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR) de 1982 designó los fondos marinos más allá de las jurisdicciones nacionales como “patrimonio común de la humanidad”. Fue un giro monumental —jurídico, filosófico y económico— que redefinió el espacio oceánico como simultáneamente inapropriable y gobernable. Sin embargo, los mecanismos de esa gobernanza nunca fueron neutrales. La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA), establecida bajo la CONVEMAR, se convirtió tanto en guardiana como en facilitadora: encargada de regular la extracción y, a la vez, de estructurar las condiciones que la hacen posible. Redacta los contratos, revisa las evaluaciones de impacto y dibuja la línea base —a menudo antes de que dicha línea tenga coherencia ecológica.

Mientras tanto, iniciativas como Seabed 2030 afirman que mapearán la totalidad del fondo oceánico en alta resolución antes de que termine esta década. Pero mapear no es conocer —y resolución no es comprensión. Gran parte de los datos recopilados permanece inaccesible, bajo propiedad privada o resulta incompatible entre plataformas. Numerosos taxones de aguas profundas no están descritos, faltan líneas base acústicas, y muchos procesos ecológicos resisten la estandarización. Sondeo Nodular se sitúa en esta turbulencia epistémica: entre las promesas de precisión y la realidad vivida de la fragmentación.

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El Trial Miner de Lockheed utilizado en las primeras campañas del Glomar Explorer.
©Spickerman 2012.


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Fuente: Figura 3.4, Posibles fechas de inicio de la producción (Escenario B) en Estudio sobre el posible impacto de la producción de nódulos polimetálicos en el Área sobre las economías de los productores terrestres en desarrollo de aquellos metales que probablemente se vean más gravemente afectados, Serie Técnica de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos.

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Imagen espectral del archivo de SanctSound (Sealbomb)


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BETWEEN THE ABYSS
BELOW AND ABOVE

Our research began not with clarity, but with a sedimented trail of oceanic knowledge — from 19th-century lead-line soundings to 21st-century environmental impact reports shaped by extractive agendas.

The HMS Challenger expedition (1872–1876), often celebrated as the birth of modern oceanography, set out with imperial instruments to measure what was thought to be infinite and inert. What it returned with — bathymetric profiles, dredged organisms, temperature logs — marked the beginning of a scientific fascination with the deep. But it also framed the ocean as something knowable, mappable, and ownable.

A century and a half later, this logic persists. Now framed by the prospect of mining polymetallic nodules, deep-sea exploration is no longer only a matter of curiosity but of corporate speculation. Governance structures like the International Seabed Authority (ISA) occupy a paradoxical role: promoting extraction while claiming environmental oversight. Baseline studies often precede regulation. Contracts precede classification. Unknowns are treated as margins of error — or ignored altogether.


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The Lockheed Trial Miner used in early Glomar Explorer campaigns.
©Spickerman 2012.


FROM SOUNDINGS,
TO CONTRACTS
?

In tracing this arc, Nodular Fathoming questions how these layered legacies of exploration, colonial science, and techno-legal ambition shape the way we model, sonify, and visualise the deep today. Historical ruptures reappear in datasets. Institutional language repeats 19th-century certainty — only now with better graphics.

We do not attempt to correct the record. Instead, we probe its fractures.

The 1982 United Nations Convention on the Law of the Sea (UNCLOS) designated the seabed beyond national jurisdictions as the “common heritage of mankind.” It was a monumental shift — legal, philosophical, and economic — that redefined oceanic space as simultaneously unownable and governable. Yet the mechanisms of this governance were never neutral. The International Seabed Authority (ISA), established under UNCLOS, became both gatekeeper and facilitator: tasked with regulating extraction while structuring the very conditions that make it feasible. It writes the contracts, reviews the impact assessments, and draws the baseline — often before the baseline itself is ecologically coherent.

Meanwhile, initiatives like Seabed 2030 claim to map the entirety of the ocean floor in high resolution by the end of this decade. But mapping is not knowing — and resolution is not understanding. Much of the collected data remains inaccessible, proprietary, or incompatible across platforms. Deep-sea taxa go undescribed, acoustic baselines are lacking, and many ecological processes resist standardisation. Nodular Fathoming situates itself in this epistemic turbulence: between promises of precision and the lived reality of fragmentation.

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Source: Figure 1, Map of the CCZ showing study sites from which macrofaunal box-core data in Patterns of Macrofaunal Biodiversity Across the Clarion-Clipperton Zone: An Area Targeted for Seabed Mining by Travis W. Washburn, Lenaick Menot, Paulo Bonifácio, Ellen Pape, Magdalena Błażewicz, Guadalupe Bribiesca-Contreras, Thomas G. Dahlgren, Tomohiko Fukushima, Adrian G. Glover, Se Jong Ju, Stefanie Kaiser, Ok Hwan Yu, and Craig R. Smith.



“El océano es un lugar donde el sonido tiene primacía sobre la vista, donde el sonar se convierte en un modo de conocimiento, y donde escuchar se vuelve un acto científico, militar y cultural.”


Stefan Helmreich, Sounding the Limits of Life, 2016

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©Monica Hutton

Mundos Mezclados para Tiempos Abismales

de Monica Hutton

Los mundos están destinados a fundirse antes de siquiera conocerse, mientras el océano se divide en cuadrículas abstractas para clasificarlo, registrarlo y pesarlo. Este dispositivo especulativo de narración propone abrir espacio para que las imaginaciones políticas y ecológicas coexistan, rechazando los relatos extractivos homogéneos que se precipitan hacia el abismo. Las contradicciones y motivaciones cruzadas que configuran los futuros oceánicos son realidades inquietantes con las que se puede fabular, pues muchos futuros existen al mismo tiempo.

Cada nódulo de aguas profundas es un mundo cósmico formado alrededor de un fragmento. A lo largo de millones de años, capas de hierro, manganeso y otros metales se acumulan alrededor de un pedazo de concha, hueso, planta o fósil.¹ Aunque su descubrimiento por parte de humanos ha sido atribuido a la expedición del HMS Challenger del siglo XIX, la ciencia aún no comprende profundamente cómo los nódulos se relacionan con la vida. Documentados en el informe de exploración Report on the Deep-Sea Deposits² (1891), estos mundos nodulares fueron triturados y hallados con “polvo cósmico” — esferas cósmicas que cayeron a la Tierra desde meteoritos. Estos microcosmos se dispersan por el fondo marino como una constelación de relatos antiguos que se conectan mucho más allá de sus cuerpos físicos, con núcleos no humanos. Complejas comunidades microbianas en cada geografía extraplanetaria extraída del lecho marino son observadas bajo el microscopio.


Leer más...(El contenido adicional está disponible solo en inglés por el momento.)

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©Monica Hutton

Daño Inaudible, Epistemologías de la Evasión y las Métricas del Desconocimiento Profundo

 de Burak Korkmaz Schwichow

Aproximadamente el 20% del fondo marino global ha sido cartografiado con batimetría de alta resolución¹, y aún menos ha sido analizado biológica o químicamente. Sólo en la Zona Clarion–Clipperton, se estima que existen más de 5.000 especies nuevas² — la gran mayoría de ellas no descritas, no clasificadas o escasamente comprendidas. Las líneas de base ambientales son prácticamente inexistentes en la mayor parte del océano profundo, con vacíos de conocimiento que abarcan no sólo los taxones biológicos, sino también las estructuras sedimentarias, las interacciones ecológicas y los procesos geoquímicos.

Hace tiempo que hemos cruzado ese umbral. Más allá de simplemente señalar vacíos de datos, más allá de la disculpa cartográfica de “información no disponible”, ahora contemplamos una fractura más profunda — los desconocimientos incognoscibles. No se trata de acceso, ni de una carencia de infraestructura de datos. Es la indecibilidad de aquello que resiste no sólo la medición, sino incluso la clasificación. ¿Y si el lecho marino alberga daños tan profundamente entrelazados con escalas temporales y biológicas que no pueden ser asimilados en una leyenda, un registro, un anexo científico? ¿Y si no se trata sólo de lo aún-no-conocido, sino de lo nunca-por-ser-conocido?



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